
Después de algunos años trabajando en teledetección, analizando imágenes enviadas por diversos satélites, Abel Calle, eminente científico, cree haber encontrado el primer vestigio científico que describe con absoluta nitidez la huella de un ángel.
El efecto del rastro encontrado en las nubes se manifiesta como fenómenos meteorológicos en forma de turbulencia. De dicho rastro puede deducirse que los ángeles, como suele pensarse, no tienen las dimensiones aproximadas de una persona, sino un tamaño mucho más contundente. Aunque para establecer su medida real, se trabaja en una fórmula con variables tales como la velocidad de vuelo, el coeficiente de viscosidad del aire, y la inercia evolutiva de la cobertura nubosa.
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